THE MARCGUFFIN'S ROOM

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SIEMPRE QUISE SER… APUNTADOR, PERO EL MIEDO AL SUSHI ME LO IMPIDIÓ.

Era desde bien entrada mi etapa de descubrimiento del mundo que todo el mundo me decía que tenía dotes para ser apuntador. Allá donde iba, ya fuera gateando o en cochecito, me pasaba el día apuntando en todas direcciones. Veía un semáforo pasar de verde a rojo, y lo apuntaba. Veía como una gaviota se llevaba el bocata de un transeúnte en el puerto, y yo lo apuntaba. Después me reía, y lo volvía a apuntar. Sacaba malas notas y mis allegados me metían bronca, yo apuntaba al verdadero culpable.

Fue hasta bien entrada mi madurez dentro de mi adolescencia que el concepto «apuntador» tomó otra dimensión. El apuntador profesional, no es aquel que indica algo con alguno de sus dedos, sino el que da pie (utilizando las manos) a una actriz / actor de teatro cuando dicho se queda en blanco encima del escenario (hay la leyenda que muchos que están encima del escenario de la vergüenza de quedarse en blanco, prefirieron estar debajo del escenario). Pues así fue, como el papel de anotador tenía una capa más de profesional.

Incluso así, no quería tirar la toalla tan temprano, y quise intentarlo. ¿Qué habría de diferencia el apuntar con un dedo, lo que puedes también apuntar con la voz? Grave error el mío.

Digamos que mi afán de apuntar las cosas con los dedos de la mano, venía dado por mi falta de expresión oral. Que más que coger aire y proyectar voz hacia fuera, parecía que estuviera reteniendo todas ellas hacia dentro con el miedo de que algún día esas palabras se fueran de mi y no volvieran nunca. Por suerte, fue cuestión de años y mucho experto de la voz para que me dieran los trucos necesarios para hablar en público, en este caso «a lo bajini» y para ciertas personas del teatro. Las que estaban realizando la obra, para ser más específico. Y así fue como en las obras del colegio me convertí en el mejor apuntador de todo mi curso. Pero fue una obra concreta la que hizo que mis sueños se truncaran.

Se estaba interpretando, «Ramen-Town. El Musical», no hace falta explayarse mucho para entender de que va. Solo diré que toda la obra ocurría en un restaurante. Y mi carrera como apuntador estaba por todo lo alto (o lo alto que podía estar para un chaval de 4º de la ESO). Y fue entonces cuando un trozo de Porex pan de atrezo de la mesa 4 del restaurante ficticio cayó al suelo y justo cuando iba a dar una anotación importante (pudiendo hacerlo con la mano, lo hice con la voz), uno de los actores chuto el fake sushi con tanta puntería que acabo marcando gol en mi garganta. ¡Menudo gol!

¿La obra os preguntaréis? Todo un éxito. ¿Yo? Al hospital 30 minutos después de que la gente del público se levantará de sus asientos, se marcharán y uno de los extras de la obra se diera cuenta de que me encontraba tirado en mi escondite de un color tirando a lila magenta.

Por suerte solo fueron 2 meses de recuperación para poder recuperarme y otros 6 meses para recuperar mi voz. Con el único agravio mental de que cogí un pánico absoluto a estar encerrado en un cubículo menor de 100 metros cuadrados…

Este acontecimiento no me ha impedido que durante toda mi vida haya seguido apuntando con el dedo a diferentes sitios de los 4 puntos cardinales, un millar de veces seguramente. Eso sí, 0 han sido las ocasiones que he vuelto a probar un sushi.

 

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