Todos, como si fuera la sincronía perfecta, nos reunimos en la playa para recibir el inicio de año. Uno de enero de dos mil y poco. Las mismas caras de siempre, pero con más ilusión por cumplir los nuevos propósitos (o viejos que vuelven a repetirse un año más).
Las primeras horas y ya llevas más “Buen año” que los que dijiste de Marzo a Septiembre del año anterior. No importa. Es un nuevo año, con más esperanza, mejor actitud y todo el mundo lo está demostrando. Así que de buenas a primeras no hay enfados por ningún lado. El único objetivo que tenéis todos los que allí os encontráis es realizar el primer baño del año (para muchos de los allí presente el primero y el último).
Todos están preparados con lo necesario para dar el chapuzón necesario y poder continuar los 365 días con más energía. Yo el único que solo quiere mojar los pies y refrescar el alma. A tu izquierda una familia con niños riendo por ser el primer año que lo están probando. Y parece divertirse, lo único que no veo es la temperatura del agua, a 4 grados, han de haber pasado una muy gran noche para tener esa energía para aguantar el frío de un mar mediterráneo poco acostumbrado a dichas temperaturas.
Por si fuera poco a tu derecha una pareja, felizmente casada, se adentran al mar sin más ropa que sus pieles que fueron asignadas cuando nacieron. Para notar el agua en su plenitud. Entiendo que empezar el año al desnudo tiene sus ventajas. Con lo que me gusta la libertad, nunca me imaginé que hubiera gente que lo llevara a su máxima plenitud. Tomo nota. Al salir del mar fusionan sus cuerpos para poder entrar en calor y recuperar los minutos que estuvieron bajo el agua. Felices es como se les ve.
Con un soplido de valentía me quito los zapatos, me acerco a la orilla, mojo todos los dedos de mis pies y con una satisfacción enorme me vuelvo a calzar, con el pensamiento que será otro año con momentos de todo tipo. Pero al final te traerá unas vivencias que harán mejor persona. Eso espero.
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