THE MARCGUFFIN'S ROOM

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EL DÍA QUE ME ENAMORÉ DE LA LETRA DE MI DOCTOR

Desde que leí esa prescripción, algo palpitó dentro de mí. 

No sé si fue las cursivas que utilizo para poner sobre papel las palabras: Paracetamol y Almax, ¿O acaso fue como juntaba la «m» con la «g» para formar algo tan simple como «mg», lo que me hizo vibrar? O la firma, que parecía igual de ilegible que la receta, lo que acabó de convencerme de que me estaba quitando pillado por esas letras tan bien plasmadas sobre el papel.

Fue un 12 de octubre de hace dos años, que me enamoré por primera vez de verdad, y no fue de ninguna persona, ni de un lugar, ni siquiera de mi pasión de verdad, la comida. Fue de una tipografía. La tipografía que suelen decir que son las más difíciles de entender. Y para ser más concreto, la letra de mi doctor de cabecera de aquella época.

Desde entonces, enmarqué esa receta como si fuera un regalo hecho directamente para mí, que en realidad si qué lo era. Pero que debía ser entregado en la farmacia más cercana, la cual nunca fue entregada a su destinatario final. Sino que estuvo bastante tiempo enmarcada en mi estudio. Mucha gente tenía poster de su banda de Dumb Metal favorito, o la trilogía de su película de serie B por excelencia. En mi caso, tenía la receta contra un síntoma de dolor de cabeza y estómago que llevaba tiempo dándome dolor de cabeza, nunca mejor dicho.

Mis visitas empezaron a ser más recurrentes, inventándome cualquier cosa para que me recetara lo que fuese. Incluso un día le dije que me firmase una entrada de uno de mis conciertos favoritos, solo para tener esa línea que no la iba a entender nadie, pero que tenía las curvas necesarias para ponerme la piel de gallina.

Fue hasta aquel día, meses después de mi primera visita, cuando me dijo con una sonrisa en la cara:

«POSIBLEMENTE SEA MI ÚLTIMA RECETA QUE ESCRIBA. MAÑANA ME JUBILO»

No me lo podía creer, y lo dijo así tan impasible, con tanta alegría. Como si nada pasara. Yo estaba feliz por su jubilación. ¿Quién iba a entregarme folios con escritos tan bonitos a partir de ahora? ¿Quién lo hará ahora que deja su cargo? ¡Me estaba desesperando!

En la desesperación, visite miles de doctores para que me llenaran ese vacío, pero fue en vano. Ninguno tenía el trazo especial de mi doctor. Incluso pensé en hacer la carrera de medicina con la intención de replicar algún día esas letras. Pero sabiendo lo distraído que era no llegaría ni a la mitad del primer semestre. Así que ni lo intenté.

Así que aquí estoy, desesperado por encontrar un haz de luz al respecto, he llegado a llenar libretas y libretas intentando replicar, pero todo ha sido en vano. Seguiré probando, aunque una cosa tengo claro, nunca más volveré a enamorarme de ninguna letra, como lo hice con la de ese doctor, que ahora mismo estará disfrutando de su jubilación, completando el crucigrama diario de su periódico favorito, mientras le asoma una sonrisa de satisfacción en la cara.

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