Todo pasó muy rápido. Cómo la vida misma, para qué engañarnos. Pero fue ese 23 de junio de hace ya un par de años, cuando unos cuantos sucesos fortuitos (lo más parecido a coincidencias) dieron lugar ese día para que esté contando lo que ocurrió justamente como lo explica el título.
No contaré nada que no sepáis ya, pero fue cuando un niño con mucho sueño (fijaos que no es plural, ya que lo que tenía era insomnio en aquella época) buscaba un camino en el mundo audiovisual, para ser más concreto en el campo de la escrito, para incluso ser más concreto en el guión, y si queréis rizar el rizo, escribir para tele.
Así pues un novel en el mundo del guión con insomnio y algo de tiempo libre, cuando su rutina de trabajo de 12 horas no le quitaba vida, se buscaba la manera de hacerse un hueco en, de hecho, en cualquier lugar. Por ello, y como le dijeron en la escuela de cine. Lo más importante y primordial son los contactos y estar constantemente en movimiento. ¿Y qué hay mejor que estar en movimiento para alguien con insomnio que moverse? ¡Por eso dicho y hecho! Se iba a sacar partido de ello, por eso hice un planning infalible. Ver los rodajes que estaban teniendo lugar en la ciudad de las oportunidades (hablando de Barcelona hay oportunidades, pero están en otra lugar). Pero había que intentarlo.
Ese día, el 23 de junio, había justamente un permiso de rodaje en una antigua librería a la que solía acudir normalmente, así que me dispuse ir para allá, simplemente para ver como era un rodaje (que en este caso era de un cortometraje). Así poder hacer contactos: ya sea con el director, actor, asistente de cámara y si al final del día no hubiese suerte, al menos con el librero, que ya solía hablar normalmente para recomendaciones.
Allí me encontraba 2 horas de pie con el foquista y el director de cámara intentando arreglar una escena donde el ángulo de la luz no era el adecuado, ya que molestaba la visión de nuestro protagonista. El director se encontraba fuera de escena (de la librería) hablando, por decir algo, ya que parecía que discutía con el actor que llevaba unas gafas de sol puestas (suponiendo que por las molestías oculares, ya que ese día estaba nublado).
Allí de pie tras 2 horas y 6 minutos de ensayo y error buscando la luz. El foquista se me queda mirando y creyéndose tener los poderes de la diosa griega “Medusa” me hace esa penetrante señal, que parecía que hubiese ensayado toda la vida para que me acercara a la zona de grabación. Daba la casualidad que el protagonista y yo teníamos un semblante parecido de espalda, que era para lo que necesitan los dobles de luces. Para hacer encuadre de la escena mientras el supuesto protagonista no está en escena.
Así pues allí me quedé quieto mientras el director de fotografía y el foquista hacían el encuadre pertinente. No tardaron ni 2 minutos en hacer el encuadre perfecto. En todo esto llega el protagonista y el director del cortometraje y se ponen a grabar. Dejándome con una sensación de protagonismo de dos minutos (chúpate esta “Minuto de Gloria”).
Y así fue como me marché de la escena de rodaje más feliz que un Mataco Bola.
Y os preguntaréis como me robé la escena del protagonista sí me echaron de allí a la primera de cambio? Pues la escena que robé fue la del guión que tenía escrito el actor. Digamos que tenía la fama de llevar el guión original a todas partes, ya que no se aprendía bien sus líneas y necesitaba mirarlas cada 6 por 7. Y por ello el director y ese actor siempre rondaban discutiendo.
He podido ver este cortometraje en algún que otro festival. De vez en cuando, cuando lo reviso, veo que el hombre del actor cuando sale esa escena donde hice de doble de luz, es mi hombro.
Escribo todo ello, mientras el guión original hace parte de mi estantería como un trofeo que nadie me dio. Yo lo reclame. Como tenía que ser.
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