He de confesar que tengo muchas manías, pero la que más me ha llevado de cabeza desde pequeño es la de que todo lo que me rodeaba tenía que tener algún 7, o en su defecto múltiplo de tal número, visible a mi vista / control. Si no, no podía continuar con mi vida con tranquilidad. Un pequeño ejemplo es, si iba a comprar con mi madre y los precios no sumaban de cierta manera algún número a ver con el magnifico 7, me indignaba y salía por otra puerta, como si hubiese entrada solo en el supermercado.
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Y ya que estamos, había configurado mi televisión de tal manera que los canales se encontrasen de forma evolutiva que tuvieran algo que ver con el 7 y sus relativos. Es más solo podía encender / apagar la tele cuando la hora tenía algún 7 en su minutero o relativo. Ese era el nivel de mi extremismo con dicho número. Yo no me quejaba y mi familia menos.
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Otra de la manías que puedo gritar, con letras, a los cuatro vientos es que me encantaba jugar al Mikado. Ese juego de tirar unos palillos sobre la mesa, o en su defecto donde encontraras un sitio para jugar, de manera muy aleatoria e ir sacando, con ayuda o no, uno a uno esos palillos de ese enredo sin que ellos se tocasen entre ellos. Eso sí siempre la suma de mis puntos tenía que tener múltiplo de ese apreciado número que ya conoceréis, sino me enfadaba muchísimo. Y lo tiraba todo al aire, para crear en ocasiones otro escenario de juego para otros jugadores.
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Con un pequeño salto temporal a mi madurez, y juntando un poco mi pasión por l palillos me aficioné al increíble arte del acupuntor para poder sanar un poco cualquier carga que pudiera tener alguien de mi alrededor o alguien algo más lejos de mi círculo familiar. No importaba, el hecho era ayudar. Pero que paso, que me di cuenta que la acupuntura va en base a las peticiones de los demás, sumando la profesionalidad que ofrece el servicio. Pero claro está, como llega a ser alguien profesional si no puede durar ni un mes en la profesión.
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Muchas fueron las reseñas negativas en la Internet más profunda, con comentarios de que 14 «acus» eran demasiados para una primera sesión o que 70 pequeños pinchazos no veían que fueran los adecuados para una zona tan pequeña como el meñique. ¿Los consejos que me daban? Empezar por un número más considerado, como el 5 o el 3.
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Me puse a pensar y me entró la gota fría por miedo a tener que olvidar ese número que tanto amaba y tener que utilizar otros. Así que la única solución que vi fue hacer algo que nunca me imagine, auto-acupuntarme como despedida del oficio. Ni 2 meses dure.
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Así que lo único que me quedo, fue volver a los juegos de mesa; como el Mikado o el 7 en raya, una pequeña floritura que me permití dar a ese juego con un número más bajo.
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Me paso las horas jugando y haciendo cálculos que siempre me llevan a la misma conclusión: Me debería dedicar a la astronomía.
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