¿Os habéis preguntado lo estresante que debe ser la vida de un «paso en falso»?
Siempre con la presión de estar allí en esos peores momentos de las personas. Mirando de encontrar el hueco perfecto para asomar cuando la tensión se palpa en el ambiente. Solo necesitas de un situación cualquiera y una sola frase: «Un paso en falso y [inserte frase cliché para la posteridad]». Con esa simple frase, ya tienes el sudor frío dramático de toda situación y ese paso en falso que espera su momento de aparición triunfal.
Que sangre fría debe tener ese paso en falso, que quedo defenestrado por un paso correcto. ¿Qué dirá en la oficina, a sus compañeros de trabajo que han cumplido la jornada con éxito destrozando el momento a una pareja feliz o un transeúnte que paseaba por la calle? ¿Con qué cara se dirigirá a su mujer cuando diga que ni para falso sirve? Vivirá en la incertidumbre esperando a que un día ese paso en falso sea el correcto y pueda lucir su discurso tan ensañado.
Por ejemplo, «el primer paso» es el más sencillo. Ninguna complicación, lo das y para adelante. El «paso definitivo»: es verdad que es competencia directa del paso en falso, pero ese tarde o temprano llega. El paso atrás, para poder ver con perspectiva las situaciones. Muy necesario y admirado. Pero el paso en falso, tiene una carga muy grande en la espalda para ser una realidad.
Dejemos que la suerte, en este caso la mala suerte, dictamine el destino de nuestro protagonista. Y que al menos, el siguiente paso en falso sea el paso correcto.
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