Nuestro protagonista no nació por cesárea, ni por parto natural. El nacimiento de FRITZ fue… ¡por sorpresa! Ni siquiera su madre lo vió venir. 9 meses de mala digestión afirmaba ella tras una ingesta de 66 salchichas con salsa rosa, las clásicas del tío RICHY que cocinaba en su casa cada año como un ritual que empezó su padre años atrás.
JENN, la conocida madre del niño no esperado, decía que era un milagro. Los médicos, un acto de irresponsabilidad. El padre no dijo nada hasta tres días después de recuperarse de su desmayo al ver la cabeza de FRITZ aparecer entre tanta sangre.
FRITZ, no tuvo ese nombre hasta 3 meses después de su nacimiento. Cuando su padre se acordó de registrarlo. El padre afirmaba que ese 6 de junio del 66 el registro estaba cerrado. A lo largo de los años hubieron muchas versiones de esa historia: Desde que no aceptaban el nombre que quería registrar o la mítica historia de: “La responsable no me dejaba registrarlo hasta que no viera que el niño fuera real”
Tres meses que fueron un martirio para el pobre bebé. Se dirigían a él como: “El caga-pañal”, “vomita-potitos”, “arrima-pechos, el suertudo” (apodo heredado por el padre, ya que él había perdido este título hacía ya meses) o “llora-lo-todo”, entre muchos otros. Fueron tres meses de pura invención hasta formalizar su nombre a FRITZ.
El origen no está del todo corroborado, pero según amigos de su padre, FRITZ era la coletilla que utilizaba el padre cada vez que cerraba una mano en su juego de cartas favoritos (aunque también lo utilizaba para pedir otra ronda al barman en su bar recurrente). El hecho hizo que nuestro protagonista desde sus 3 meses y 1 día de vida ya hubiera cogido manía a su nombre.
En parvularios todo bien. Los balbuceos de los bebés y gritos de los responsables hacían que su nombre pasará desapercibido. Es a partir de los 6 años cuando las niñas y niños, en general, encuentran la manera de empezar a destruir mundo y también vidas con un simple gesto de cara. Y allí fue cuando FRITZ no tuvo más remedio que aprender el noble arte de la defensa dialéctica personal para enfrentarse a un séquito de, según él, inmaduros en el uso de frases sin sentido incluyendo su nombre. Así fue como FRITZ a sus 6 años, ya tenía más labia que el pescado que compraba su madre JENN los domingos para dar de comer a la familia.
JENN quería a su hijo. A su manera, ya que desde los 12 años siempre imaginó ser madre de dos gemelas. Y por la mala suerte de JENN. Ni fueron gemelas. Ni fueron niñas. Ni nacieron con los ojos azules, como a ella le hubiera gustado. En cambio, FRITZ, hasta el año y medio no tuvo pelo, así que JENN aprovechaba para ponerle pelucas para que se pareciera a su hija soñada. Haciendo así que lo quisiera a su manera.
Pero a FRITZ ya le parecía bien. No le importaba que su madre le diera los buenos días a ALONSO, el perro de la casa, antes que a él. De hecho, que su familia no le hiciera mucho caso, le fue de perlas. Ya que FRITZ a los 8 años ya tenía intención de independizarse de esa dictadura que reinaba en casa. Dejar atrás a la persona que lo confundió con un manjar mal digerido de 9 meses y al poco fortuito personaje que es tanto malo en el juego, como en el amor.
FRITZ quería a su familia, a su manera también. Sabía que podía confiar en ellos, pero a su justa medida. Ya aprendió que para su familia, él era la excusa, exigiendo así su presencia en los momentos que más necesitaban huir de un compromiso familiar con frases como: “Creo que el niño está llorando…”, “Ufff, creo que el niño se ha hecho caca…”, ·Creo que el niño se ha caído por la escalera…” lo utilizaban para escaquearse y esto le daba a FRITZ conocimiento de lo que debía evitar en la vida. Un gran aprendizaje que le duró hasta el día de hoy.
FRITZ solo podía confiar en una persona, aunque no fuera la más adecuada. RICKY, el tío que contaminó a JENN y que hizo que FRITZ fuera una realidad (según las declaraciones de JENN).
FRITZ sabía que podía contar con él, para lo que fuera, aunque eso significara esconderlo en un almacén lejos de la gente que lo repudiaba. Hambre no pasaría, ya que en ese “almacén-escondite” es donde RICKY guarda bajo llave sus apreciadas salchichas “RICKNESS” para los rituales anuales donde invitaba a toda la familia a probarlas. Por suerte (o desgracia) este escenario nunca llegó a llevarse a cabo.
RICKY lo tenía todo pensado para hacer la vida de FRITZ lo más llevadera posible durante los próximos 33 años, lejos de lo que él llamaba “Sociedad Zombie». Le dió a FRITZ la oportunidad de ir a trabajar en la fábrica de carne en Italia, donde solía comprar todas las unidades de su apreciado bien cárnico para sus grandes festines. Allí tendría que empezar por lo más bajo, hacer de canguro del hijo del dueño, que tenía la misma edad que él y que por azares de la historia tenía un nombre muy similar a otro juego que se solía jugar en épocas de festividad, pero que ahora no recordaba con exactitud.
FRITZ se hizo notar en sus primeros años en la fábrica de carne. Los dueños impresionados de su agilidad a la hora de vigilar y cuidar a su hijo, empezaron a darle más responsabilidades, primero de oficina y cuando cumplió la mayoría de edad, ya en máquinas. Pero no tuvo tanta suerte desde que pisó el suelo de esas gigantescas monstruosidades de creación cárnica.
Al cuarto dedo de la mano que perdió por culpa de las afiladas cuchillas que cortaban la carne, FRITZ desistió. Cada noche iba a dormirse, con un trozo de mano menos y con el pensamiento de a qué familia le llegaría esas salchichas envasadas al vacío con un poco de “carne FRITZ”. Imaginarse esa situación a FRITZ le hacía gracia, ya que venía a su mente a su padre diciendo en voz alta “FRITZ!” cada vez que ponía su última carta de la mano, sobre la mesa. Pero siempre, tras la última sonrisa y penúltima lágrima, FRITZ entraba en un profundo sueño, pensando que un día iba a dejar la fábrica que le vio crecer y que un día de esos, antes de que fuera tarde cumplir su sueño, antes de todo, podría dejar el mundo que lo vio venir.
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